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sábado, febrero 25, 2006

EL LORO DE KIRCHNER
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (22/2/06)


En una impresionante cabriola de demagogia y delirios ecológicos, la República Argentina se auto-declaró enemiga mortal de su hermana Uruguay.
Téngase por seguro que por varias generaciones, esta herida abierta no va a cerrar.

Tomar posición seria frente a este asunto, resulta claramente de tal patetismo que sólo deja espacio para la vergüenza ajena.

Vergüenza de un gobierno argentino que no tiene el menor respaldo moral para plantearle a nadie problemas de polución, ni tampoco para declamar un bledo acerca de la protección de la salud de sus ciudadanos.

Un gobierno que, inversamente, es quien ostenta un verdadero récord impúdico en la permisividad y aún en la provocación activa de todas las contaminaciones existentes, incluida la nuclear.

Ninguna de las leyes de protección ambiental se cumplen en la Argentina, los juicios que se incoan para encontrar reparación de cualquier naturaleza a todo daño irreversible en la salud de la población, se pierden inexorablemente, los entes de regulación se desentienden de todo, especialmente el ENRE (energía eléctrica) que archiva un total de 1162 denuncias por contaminación gravísima con transformadores que chorrean “poli cloride bifenile” (pcb) en 486 barrios. Peor que todo lo dicho, el tratamiento de residuos patogénicos en los hospitales públicos y privados exhibe un vacío legal que resulta insólito.

Toda controversia racional debe tener un marco ético para transitar y un límite moral para no perderse, que son trazas bien definidas en la conciencia crítica de quienes son actores del conflicto.

Si no tiene eso, entonces, es una vulgar pelea de perros.

Bien se puede andar diciendo que lo asiste a uno la razón, sin que eso sea cierto y bien se puede hacerlo siendo ésta la pura verdad, pero en ningún caso sirve de nada si, quien declama cualquiera de esas cosas, es un vulgar filibustero.

Cuando una pretensión legítima enfrenta una negativa igualmente legítima, estamos inmersos en una controversia o conflicto.

También estamos en medio de un conflicto cuando alguien quiere hacer valer un derecho que su sistema reconoce como legal, frente a otro que niega tal derecho, por obligaciones que su propio sistema legal impone.

Lo legítimo y lo legal, son cruciales aquí, como puede verse.

La legitimidad se afecta muy gravemente cuando el respaldo moral está colapsado.
Un inspector borracho puede bien labrar un acta por consumo de alcohol excesivo a dos parroquianos de un bar. Babeándose y tambaleándose, labra el acta.
Tiene respaldo legal, y sin embargo, aún carente de respaldo moral, lo que hace es también legítimo.

La Argentina actúa como un inspector borracho que, además, no tiene el más remoto respaldo legal, toda vez que el vacío jurídico medioambiental que aquí campea es el más grave de toda América.

Frente a los nacionalismos exacerbados, quien aparezca dándole la razón a los uruguayos, como quien esto escribe, seguro ha de ser automáticamente tachado de apátrida ó un antiargentino.

Trátase de enfocar aquí las cosas en orden a descubrir el trasfondo ético de esta gran controversia argentino-uruguaya, tomando distancia con el escenario técnico y levantando vuelo sobre una situación coyuntural en la que ya, a estas alturas, no hay salida alguna.

Por varias generaciones la relación entre Argentina y Uruguay va a estar herida y muy magullada, cuando no colapsada por completo, junto al regusto amargo de la discusión interminable sobre quien tuvo ciertamente la razón.

Y aún está por verse cuál es el último fotograma de esta telenovela de balandronadas que puso a ambos países rumbo al abismo.

Pero, como queda dicho, más allá de la razonabilidad técnica:

¿Quién es aquí el filibustero, quién es el enfermo de necedad?

Uruguay no puede ser acusado ni en sueños de hacer un proyecto con el único propósito de hacerle daño a la Argentina.

La hipotética intención uruguaya de hacerle daño a alguien no se sostiene con nada. Insinuar luces y sombras aquí, es una canallada.

La Argentina acusa pro- témpore:

La contaminación, el daño ecológico, el impacto ambiental, la polución y la salud de su población en peligro.

¿Habla en serio la Argentina?

¿Alguien en su sano juicio cree seriamente que la política central de Kirchner ha sido alguna vez la ecología y la protección ambiental?

Es al revés, no lo neguemos: A Kirchner no sólo le importa un rábano la ecología, la polución y la salud de la gente, sino que más bien se ha venido comportando como un perfecto distraído ecológico desde que empezó su gestión como Intendente de Río Gallegos, pasando por sus dos gobernaciones en Santa Cruz y terminando por sus casi tres años de Presidente.

Hay huellas claras de sus políticas públicas frente a este asunto de la ecología y también respecto de algo más delicado:

Su posición frente a los hospitales públicos, frente a los basurales y frente a las propias plantas de celulosa que hay en el país son muestras continuadas y cabales de un desdén repetitivo que ha sido la mejor anestesia para un pueblo de borregos que aún así lo va a votar.

Kirchner recibió una carta de Tabaré Vázquez, que por pura necedad decidió no contestar por ahora:

Allí se expresa claramente que hay pasos inexcusables para empezar a resolver esta entelequia, que es núcleo de malos entendidos en un caldo de cultivo de compromisos políticos que crecen así monstruosamente con las horas como falsas “causas nacionales”.

1) Levantar de inmediato el bloqueo económico. (ya no
se denomina más con el nombre simple de corte de
ruta).

2) Reunión urgente de ambos Presidentes.

3) Retiro simultáneo de los agravios.

4) Escenario acordado de neutralización temporal.

5) Reexaminación de las exigencias técnicas no
satisfechas aún.

6) Nombramiento conjunto de un cuerpo colegiado
latinoamericano neutral y de mutuo consenso, con
funciones especiales estatuidas, de tipo progresivo
como mediador y eventual arbitrajista .

Ahora también, además de las ciudades de Gualeguaychú y Colón, el Gobernador funambulesco trata de sumar la Ciudad de Concordia a los cortes de rutas internacionales.
Algo grotesco que no tiene precedentes en la historia binacional.

Hay torrentes de necedad en todo esto.

Apesta a deslealtad de quien pretendió siempre ser el hermano mayor rioplatense.

Ricardo Lagos y Lula ya probaron esta medicina de Néstor Kirchner.

Siendo desleal, el necio es también ingrato.

Invierte las fórmulas del reconocimiento: Aspira a la divulgación de los favores que hace y se hace el distraído con los que recibe.

Juzga todo el tiempo que el mal no está en las cosas mismas, sino en las apariencias y se forma así una moral para sí mismo y otra para los demás. Su pudor son los anteojos negros para su bizquera moral.

Sin el parche en el ojo, sin el garfio y sin la pata de palo, un pirata filibustero puede disimular su condición de tal y pasar inadvertido, acaso por un tiempo.

Vivirá siempre temeroso, sin embargo, imaginando que, un día cualquiera y de modo imprevisto, regrese su loro en raudo vuelo… y se le pare en el hombro.