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jueves, marzo 15, 2007

EDITORIAL: “LOS CICLOPES”
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse).( 13/3/2007)

Todo lo que rodea a este gobierno es una mala obra de teatro, cuyo dramaturgo ha dejado la farsa a medio terminar.

Son, sin ninguna duda, personas e imágenes armadas desde un sofisma cuya conexión con la verdad estricta debería permanecer oculta, pero que, inexorablemente, se desbarata a mitad de camino.

Si hubiera que elegir al antecesor primigenio del paradigma del drama, Bertolt Brecht, sin dudas señalaría a Eurípides.

Tenía cierto temor de que su grandiosa obra “Los Cíclopes” fuese usada por la imaginación colibrilla de los políticos y que estos hicieran de ella una adaptación caprichosa en perjuicio del pueblo.
Los cíclopes tenían un solo ojo y eran ejemplo de perversidad.

“Alguien que se cree un dramaturgo puede provocar una calamidad”
Hay una esencial verdad que todos los “grandes dramaturgos” tratan de manifestar mediante la bella mentira del teatro."
Es un juego de ficción en el que se trata de representar algo ocurrido en la realidad.
O acaso algo solamente imaginado.

Y en ese juego de ficción, el derecho a la imaginación escénica del dramaturgo profesional, no debe discutirse ni aún cuando contradiga en parte lo que sabemos históricamente acerca de las figuras que pone sobre las tablas.

Pues además, no es improbable que, lo que nos parece una traición a la verdad histórica sea, no sólo una invención que permite acercarse más certeramente al personaje y a su mundo según fuera, en su posible relación intrahistórica, sino acaso una intuición de hechos parecidos a otros auténticos que, en el futuro, puedan descubrirse como contradictorios de los que supuestamente hoy se dan por ciertos.

Pero un político trastornado que se convierte en dramaturgo y emplea la farsa para representar los símbolos que se le antoja imponer, no pasa de ser un farsante común y corriente.

Farsa , comedia, drama , tragedia o sainete :

Todos esos géneros parecieran reproducirse en el comportamiento de los personajes e instituciones de nuestro gobierno. Y un ejército de cíclopes posesionados de su rol, amenazan con a salirse del escenario a atacar al público apenas se les antoje.

Porque nuestro dramaturgo de segunda mano, pierde, cada vez con mayor frecuencia, algunas páginas de su guión.

Y entonces allí, los espectadores, que al principio se indignan, empiezan luego a reírse de la ridiculez que se desarrolla en el escenario. Y eso desagrada mucho a un cíclope.

Es como si el dramaturgo hubiese armado la primera parte de la obra y súbitamente, atacado de pánico, dejara que los actores hagan una improvisación muy burda para cerrar el telón en forma precipitada.

Y los ataques de pánico empiezan a ocurrirle cada vez más seguido

Casi nadie sabe bien cuál es el esquema principal de las causales de sus ataques de pánico recurrentes.

Cuál es, en su íntima convicción, casi el único factor del que no se siente seguro en absoluto y del que, inversamente, presiente una especie de proximidad inexorable cuya fórmula real para esquivarlo no existe a su alcance. Algo para lo que no habrá un guión posible.

No es su salud, por cierto en vías de secreto deterioro.

No es tampoco el creciente poder de su esposa que ha empezado a levantarle la voz en todo momento sobre los temas que jamás cuestionaba y que siempre respetaba :
El enfoque instrumental de las políticas públicas.

No parece ser su entorno, su gran elenco teatral plagado de traidores, de hipócritas y de advenedizos, a quienes conoce casi con detalle quirúrgico.

Ni siquiera es alguno de sus famosos “grandes” enemigos políticos, de ayer o de hoy, a ninguno de los cuales considera suficientemente muerto en lo político.

Tampoco lo son, ninguno de sus odiados fantasmas externos, ni Washington, ni el F.M.I. , ni el Club de París, ni sus vecinos más despreciados como Lula ó Tabaré Vázquez.

No, nada de eso.

El terror íntimo y verdadero del dramaturgo es nada más ni nada menos que “el problema social en ciernes” : sus líneas de tensión en límite de la maduración para ponerse acaso a desbordar todo, sin control, por vía del chispazo más ingenuo e inocente que pueda ser concebido en una zona preelectoral propicia para las protestas en escala .


La enorme masa crítica de pobres e indigentes cuyo porcentual se anuncia en descenso mes a mes desde el INDEC, pero que él sabe íntimamente que no es algo ni siquiera aproximado a la realidad.
Sueña con eso.

Pero en su ánimo personal no se instala una preocupación genuina proyectada a resolver los problemas sociales desde su raíz.

Jamás podría nacer en él, un enfoque generoso y dativo para ese déficit que podría resultar tan sensible a los correctivos desde el pináculo del poder. No.

Su miedo es sólo egoísmo y deseos de poner a salvo su pellejo.

Miedo a tener que caer, sin remedio, en un algún escenario de caos social que surja por vía de esos fenómenos de contagio sucesivo de factores desencadenantes absolutamente impredecibles.

Se horroriza en extremo al imaginarse que puede tener que vérselas con la decisión de seguir dejando que se queme y se destruya todo con su liturgia montonera de “policías decorativas”.

Ó acaso, frente a un problema de mayor escala, tener que tomar la decisión de poner un límite verdaderamente contundente.

Lo ha dicho en la intimidad :

“Antes de ordenar una represión sistemática, renunciaría”. (sic)

De modo que, si aquí ocurriera un brote de descontrol social, o quizás mucho menos que eso (y si esa “promesa” fácil fuese cierta), el dramaturgo abandonaría el teatro, lo cual, de hecho, entra mucho más en la lógica de una incapacidad estructural para ejercer la conducción pública que en el enfoque moral de una filantropía puesta al servicio de proteger las vidas humanas.

Él mismo, sabe muy bien, por cuanto lo ha instigado, lo que ocurre cuando sus operadores ponen a funcionar el apriete.

Como símbolo de castigo a las “clases altas” y como modo de llamar la atención sobre las postergaciones sociales, este es sin duda un procedimiento que, si ha operado para él, puede también hacerlo en su contra, si decidiera esconder la chequera o si algún día se quedara sin fondos .

El caos se incuba muy fácil junto con el delito que él mismo ha dejado crecer, en todos los “guetos” de marginalidad que proliferan en el conurbano.

Autorizar y “dejar hacer”, han sido sus prácticas políticas respecto de los que producen estragos y violaciones a la propiedad.
Si los controlara como hoy controla los precios, no alcanzarían las cárceles de Sudamérica.

Esperar a que se incendie y se destruya todo, contener a la policía hasta que las ruinas de Pompeya y Herculano, en cenizas, puedan ser fotografiadas por los diarios.

Y pagar después, los daños, con la Caja del Estado, dejando que todo siga por el camino de la divina providencia. De la casualidad.

Esa es la liturgia.
La “válvula de escape” para que todo se olvide rápido.

Publicar mil datos falsos del nivel del delito y “dar sensaciones” de tranquilidad con la prensa adicta.

Provocar problemas internos y gremiales en las empresas y en los diarios que se animan a difundir un atisbo de crítica.

Y como dramaturgo cíclope, jefe de todos los cíclopes :

Hacer que ellos salgan a furiosamente a transmitir su mensaje.
Montar un escenario nuevo y exhibir allí un panorama de control absolutamente trucho. El control de los cíclopes

Patear para adelante la peor de todas las causas de su miedo :

El desborde social

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar