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jueves, marzo 09, 2006

EDITORIAL: “EL POSADERO Y SU ESPOSA”
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (01/03/06)

Ya casi nada nos extraña acerca de este Gobierno.


Ya nada nos asombra, nada nos escandaliza y muy pocas cosas nos cambian los niveles de indignación que hay derecho a tener.

Kirchner ha demostrado ser capaz de muchas cosas que están por completo fuera de los límites de la imaginación.
Es un científico de la ilusión ajena.

Su discurso frente a la Asamblea Legislativa fue un enorme catálogo de logros hechos sólo por contraste con la crisis anterior.

Si fuesen exactamente ciertos , entonces la famosa vigente Ley de Emergencia Económica sería la estafa política mejor orquestada de la historia nacional. El discurso no puede coexistir con esa Ley.

O es falso el discurso, o es una vulgar estafa esa ley.

No hay otra

Ha demostrado que, como con esa evidente dicotomía, todo lo puede :

Puede insultarlo a Coto de arriba abajo y luego sentarse a pactar con él tranquilamente sobre conductas y códigos, precios y costos.

Puede mandarlo a Hugo Moyano a que le corte la entrada de los supermercados y luego de eso, como si nada pasara, sonriéndole en forma socarrona, amenazarlo con enviárselo otra vez.

Se dirá que esto pudo ocurrir porque justamente se trataba de un mercader de la dignidad personal como lo es este empresario , pero en verdad , son pocos los que han esquivado postrarse mansamente en las alfombras de Palacio.

A medida que progresa en su arrasamiento de dignidades, un ejército de lacayos crece bajo sus plantas de modo cada vez más numeroso.

El puede defender y prohijar a un Borocotó, a un Ibarra, nombrar como funcionario a un delincuente común que ha copado y destruido una comisaría y callar hasta el mutismo más insólito ante lo que le hizo Fidel Castro a García Hamilton.

Puede amenazar a varios periodistas por su opinión diferente, quemar todas las fotos en las que aparece abrazado a Menem, esconder mil discursos de alabanza al régimen de los 90’, anunciar 208 obras en el interior y hacer sólo 16, decir oficialmente que se van a repatriar todos los fondos desaparecidos y no traerlos jamás.

Puede subir todas las apuestas y hacerlo con el único método de nivelar hacia abajo, transferir a raudales desde el sector privado al sector público, subir los sueldos mínimos y congelar los de arriba, empobrecer arriba y conformar con migajas a los ya empobrecidos, bajar el desempleo con el artificio de alimentar vagos con Planes Jefas y Jefes, aprovechando con ello para hacer clientelismo político.

Puede cambiar las cosas, alargarlas, recortarlas, reformarlas, adaptarlas, cambiarlas a su antojo ,de largo de ancho y de alto.


Puede proponerle al Presidente uruguayo, llamándolo falsamente “amigo”, que suspenda las obras de Fray Bentos por 90 días y tener autorizado, parejamente, el sistema extorsivo diseñado para el corte de las rutas internacionales. Pretenderá pues, que Vazquez acepte bajo extorsión.

Puede mandar la Gendarmería a Santa Cruz para que no se corten rutas en esa provincia y, al mismo tiempo, frente a las barbas de los uruguayos, no mandarla a Entre Ríos para que allí se sigan cortando con el absoluto apoyo suyo.

En suma, puede hacer como hacía el posadero Procusto con todos sus siervos y sus huéspedes arrinconados :

Cortarlos en pedazos o estirarlos con horrible dolor para que adopten las exactas medidas de su propio antojo.

Si son más chicos, puede poner sus miembros a ser alargados con tientos que los puedan descoyuntar para que cedan.

Si acaso son más grandes, puede aserrarles las piernas y los brazos dejándolos del tamaño que le indiquen sus caprichos.

Es, cabalmente, un Procusto de la Constitución y de los tres poderes del Estado. Y acaso, con tal ventaja, se puede dar el lujo de ser un mentiroso sin la menor elegancia.

Nadie puede ser honesto con el mero esfuerzo de la imitación.

Si un tipo no es virtuoso, su talento moral es siempre un andrajo.

Es bastante fácil ser un Procusto de lo legal y de lo jurídico contando cada mañana con un Parlamento de siervos.

Las tijeras para cortar y las correas para estirar, entonces, están sólo en los decretos de necesidad y urgencia.

Con ellos, se puede vomitar sobre todo el plexo legislativo y también sobre la Carta Magna desde un marco flexible de poderes cómplices y desde un erial político, muestrario de una orfandad de contrapoderes que resulta la más alarmante de toda nuestra historia.

Véase bien el detalle de la trapacería del desparpajo :

La cabeza del “Pacto de Olivos”, chorreando sangre y clavada en lo alto de una pica fue enarbolada por este gran discípulo de Procusto como prenda de compensación de su paranoia retrospectiva.

La esencia de ese Pacto era el “núcleo de coincidencias básicas” de la Convención Constituyente de 1994 que reformaría la Constitución Nacional (Consejo de la Magistratura y reelección de Menem).

En el acta resolutiva final de esa famosa Convención Constituyente de 1994, Tomo V, página 5174, dice textualmente así :

“ f) Convencional Nro 112 (Fernandez Cristina)

= Vota por la afirmativa”. (sic)

“ g) Convencional Nro 156 (Kirchner Nestor Carlos)

= Vota por la afirmativa”. (sic)

Sólo once años después, el posadero Procusto y su cónyuge, con sus sierras y sus tientos degollaron con saña el engendro que ellos mismos habían impulsado : El Pacto de Olivos.

Salieron luego al camino que va de Atenas a Megara a invitar a los viandantes a que pasen a la Posada donde se sirven, en la cena, las vísceras del Pacto de Olivos.

Y lo hicieron sin temor alguno a zozobrar en el barro de su virtud de contrabando.

Sin temor tampoco, a que el tiempo descubra su moral en pedazos.

Sin temor a seguir mintiendo, con la anuencia de los otros dos poderes y sabiendo que todos, en derredor suyo, tienen su precio.

Un precio razonable que oscila entre una oficina oficial y una prebenda monetaria cíclica.

Un precio que, todos saben, va directo a fulminar la escala del mérito, a hacer callar a los ilustrados, a igualar ignorantes con estudiosos y a remplazar lo cualitativo por lo cuantitativo.

Sin temor a seguir cortando lo que en su extensión no les conviene y estirando lo que les aterra por su cortedad.

Cortando con sierra la moral de cualquiera incluida la propia y estirando con tientos las apariencias para que no haya nada ni nadie que se resista a entrar, mansamente, al lecho de Procusto.