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viernes, diciembre 23, 2005

“IMPERATOR”.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse).


Hermes fue Dios, pero sólo porque era hijo de Zeus.

Su padre, lo hizo Dios del Comercio porque estaba libre esa cartera y Dios de las artes liberales porque no había nadie para el cargo.

Y también tuvo que ser, forzadamente, Dios de los ladrones, porque en algo había que darle lo que auténticamente le correspondía.

Por cuanto, eso era, en verdad, Hermes : un ladronzuelo incorregible de una mitología que, en sus alegorías retorcidas, lo tuvo que adornar con lo que, en certeza, era su rasgo ingénito más notable : Ladrón.

Le había robado el carcaj a Eros, le había robado la espada a Ares, le había robado el tridente a Artemisa y ni su propio padre se salvó :
Para completarla, también le robó el cetro a su propio padre, Zeus.

Fue arrojado del Olimpo por ladrón.
Apolo intercedió ante Zeus y el punguista Hermes volvió al Olimpo.
Su padre lo nombró consejero.
Un nepotista el Zeus este !!
El nepotismo es, como se ve, tan antiguo como la mitología griega.

“Imperator” no tiene sobrinos u otro tipo de familiares aparte de su esposa Kris.

Sus “nipotes” son, casi con exclusividad, los montoneros, porque son los únicos camaradas de confianza que ha tenido y tiene ahora.

Nombrar montoneros en todos los cargos, incluso imponiéndoles a los militares una “monto” que hasta tenía nombre de guerra bien conocido, puede parecer una provocación lisa y llana para los uniformados.

Pero no lo es.

El “Imperator” tiene como prioridad la confianza y el nepotismo muy por encima de las condiciones de idoneidad que debería tener cualquier funcionario.

Dispone para ello de dos tipos de sujetos :

a) Mediocres, en una cantidad más que razonable.

b) Montoneros (la mayoría de los cuales son mediocres ó fracasados).

En la bolsa que tiene con sus piezas de recambio, “Imperator” mete la mano y saca. Lo único que puede salir de allí es pues, un mediocre ó un montonero con altísimas probabilidades de ser también un mediocre. Otra cosa no sale de allí.

Poner en el Ministerio de Defensa a la esposa de Juan Manuel Abal Medina, tener cerca a una Vaca Narvaja, a Bonasso, a Verbitzky y a otro centenar de ex guerrilleros es tan sólo la consecuencia de sus propias y únicas disponibilidades de confianza.

Deplorables disponibilidades, cierto es.
Pero así marca el rumbo de su comarca “Imperator”.

En verdad, se nombró a sí mismo en todas las carteras que decidió remover, por cuanto ningún personaje ilustre ó con laureles de enorme fuste puede acceder, sin su venia, a donde pega el sol.

“Imperator” es pues, ministro de sí mismo. En todas las carteras.

Togas y tiaras van siendo retiradas del boato del imperio hasta que quede definitivamente claro que “Imperator” será el único que las vista hasta su muerte.
Ningún báculo ha de ser portado en puño de nadie, so riesgo del peor de los destierros del Olimpo.

Toda prosperidad de algún prestigio excitará la furia del supremo así como, cualquier resplandor, suele irritar los ojos de los enfermos.

El talento estremece a “Imperator”.

Transido de horror, jamás perdonaría al portador de alguna gloria legítima, aún cuando haya sido consagrada con todo el mérito, por cuanto es tan insoportable para su alma el encumbramiento ajeno como es de temible quien pueda amenguar su propia ventura.

“Imperator” estalla de ira si sospecha que alguien planea renunciar a la adulación decretada en su nomenclatura, ó quiere, por ventura, convertirse en un arquetipo de alguna genialidad.
De allí que, progresivamente, “Imperator” habrá de horadar la prosperidad de cualquier surgimiento individual e, inversamente, en un canto de idolatría a la chatura intelectual, seguirá sacando mediocres ó “cumpas” de la bolsa en que guarda sus reservorios.

Ninguno de ellos, jamás, osará desplegar ideas propias ó aportes de cualquier iniciativa que se salgan un milímetro de la partitura que están obligados a rezar cada noche en soledad temerosa.

“Imperator” será pues, cada vez más, el Ministro de todos los ministerios, meras cuevas de nivelación de los ineptos y de los domesticados. Confiables todos ellos, no por su virtud sino por aceptar ser rapados y ser elegidos naturales de esa casta temerosa y obsecuente cuyo precio para la complicidad es sólo mantener su empleo sin el riesgo a merecer jamás el enojo de “Imperator”.

Cambiadores de su honor por la menor prebenda y renunciantes a la virtud, forman la pléyade montonera y mediocre de “Imperator”, dueño y señor de la suma del poder público, amo de lacayos que bajan la cerviz, tutor idolatrado de los ciegos que ayudaron con su voto a alfombrarle el camino hacia la “nada” del país.

Esto es pues, lo que veremos hacia delante, en una rara sucesión de fotogramas que jamás, ni en sueños, pueden terminar bien.
Estas historias jamás terminan bien.

Y no importan aquí los estigmas individuales, porque eso es lo efímero. No importa la marca en la piel del Dios de los ladrones, ni la ruina personal de los lacayos que queman incienso cada noche con astillas de su propia dignidad. Eso importa poco.

Importa sólo el país que nos espera en el último fotograma que, toda esta cáfila de ideólogos de la escoria social, nos deje … al huir.