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viernes, septiembre 22, 2006

EDITORIAL : LA TERCERIZACION DE LOS DESPOTAS
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (4/9/2006)

Un déspota ilustrado que se rodea de mafiosos, empieza a labrar su propia ruina apenas esas contaminaciones se aproximan a equipararse con su jurisdicción de poder.

Cualquier mafioso es, en esencia, obediente y conocedor muy cabal del rígido esquema piramidal de la disciplina interna de esa organización a la que sirve.

Su pellejo, mucho más que su sustento, depende de sus niveles de obediencia ciega.

Los mafiosos ascienden en una escala críptica que no se vincula tanto a su arrojo o a su eficiencia sino acaso en forma exclusiva, a su espíritu de subordinación y respeto por las jerarquías de su banda.

De tal suerte que un autócrata o un totalitario que elige el rumbo oneroso de tercerizar mafiosos, puede argumentar cualquier cosa, menos su propia ignorancia acerca de las tropelías que las bandas bajo su contrato, operan al socaire de su paraguas de poder discrecional.

Existe un punto de inflexión en el uso casi desenfrenado de “bandas de apriete” por parte de un tirano, que ocurre cuando este advierte que su propio poder puede llegar a estrellarse en muy poco tiempo, en manos de quienes él mismo ha “forrado” de dinero y de facultades ilimitadas para la consumación de las acciones directas.

Al principio suele construir la hipótesis de regular sus trapisondas mediante el cierre o la apertura del grifo logístico.

Pero muy pronto toma conciencia de que, junto con la transferencia de controles discrecionales, ha transferido también un considerable segmento de poder sectorial de muy difícil recuperación.

Y son precisamente los sectores controlados quienes sustituyen, en muy poco tiempo la logística del dictador, pagando gavelas protectivas que hasta llegan a superar holgadamente las partidas de aquel grifo generoso.

Las bandas, en un estado de virtual independencia , y habiendo generado sus propias jerarquías internas, intuyen que es factible colapsar la tercerización sin demasiado estrépito.

La obediencia de su esquema se preserva, pero poco a poco se va extinguiendo amablemente el contrato con el poder central.

El mafioso conoce los riesgos terribles de “morder la mano”, pero suele tener buenos reflejos para saber en que momento preciso los “premios” pueden llegar a compensar con creces el castigo.

El dictador, en un momento ulterior, teme hasta por el envenenamiento de su comida y, sus desconfianzas primarias, van directo a engrosar su propio catálogo de odios y rencores más cerriles.

La vastedad de sus virreynatos, es una funcion directa de la dependencia crematística de sus virreyes por lo que, cualquier atisbo de autonomía no es otra cosa que un síntoma de enemistad inminente.
Quien no es lacayo o mercenario, es enemigo peligroso.

El sistema funciona como una “Omertá”, en donde las bases, que al principio fueron captadas con un sistema de beneficios dispuestos por el Presidente tercerizador, son ahora alimentadas por el mafioso contratado.

Y el reflujo de esas “bases”, le produce a este más ingresos que los que vienen desde el dictador.

Cuando se desata la “anarquización mafiosa” se puede avizorar el preludio de un gran desastre por delaciones y cambios de camiseta de un minuto para el otro.

En Sicilia ocurrió igual.

El juramento de la Omertá se mantuvo hasta los últimos años de la década de los 70, cuando hombres como Jimmy "comadreja" Fratianno y Tommasso Buscetta se convirtieron en informadores o, como son llamados en italiano, los "pentiti".

A cambio de inmunidad, protección policial y la creación de nuevas identidades, los "pentiti" comenzaron a revelar nombres y detalles de sus antiguos colegas.

Un gran número de mafiosos en Italia y en los Estados Unidos fueron encarcelados.

La mafia reaccionó pues de la única forma en que podía hacerlo : con extrema violencia. En Italia, el jefe de las fuerzas anti-mafia, el general Alberto Dalla Chiesa, fue asesinado en 1982.

El término "mafia" como tal, aparece por primera vez entre 1862 y 1863 cuando se representó en Palermo con un gran éxito el drama popular de Giuseppe Rizzoto y Gaetano Mosca titulado "I mafiusi di la Vicaria".

La representación de esta obra hizo de la palabra Mafia una expresión corriente para designar a los grupos de individuos violentos y temibles, ligados entre ellos por misteriosos lazos secretos y dedicados a actividades delictivas o inconfesables.

Básicamente “I mafiusi de la Vicaria” eran al principio bandas mercenarias para las que, el contratante se convertía luego en el “Capo Mafia”.

Varios presidentes de naciones conocidas eligieron el método de tercerizar mafiosos con la “caja” del Estado y cayeron luego víctimas de poderes superiores a ellos que germinaron desde su propio alimento logístico.

Salinas de Gortari es uno de los ejemplos más conocidos.

Cualquier parecido con el augusto Gobierno Nacional de la República Argentina, es pura coincidencia.