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Global Inside Synopsis es una marca registrada de newsletter con contenidos de información, análisis y opinión política y económica de Argentina y el mundo. Se brinda en este espacio un panorama que se considera altamente calificado para la toma de decisiones.

miércoles, agosto 30, 2006

EDITORIAL : “EL SOFISMA DEL BIENESTAR”.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). 29/8/2006

Para Aristóteles “estar bien” era la “eudemonia” , una sensación duradera que nace del alma y se nutre con bienes externos, bienes corporales y psíquicos.

Los políticos argentinos, sin excepción, tienen un concepto de bienestar para aplicar a ellos mismos y otro muy distinto para inculcar a toda la ciudadanía y lograr que esta lo crea y lo entienda como válido.

Para todos ellos “estar bien” consiste en enriquecerse en la función pública a una velocidad que debe ser función inversa de su duración en el cargo. Esto es, a menor duración mayor velocidad… y viceversa

Pero veamos lo que quieren que nosotros aceptemos:

“Estar bien”, para la ciudadanía argentina, deberá ser una conjetura puramente comparativa y referencial.

Jamás puede ser un valor absoluto, ni algo que tenga, para nada, un peso y una definición propia.
Surgirá sólo de comparaciones.

Estar bien es entonces, según ellos, el mero resultado de comparar nuestro estado actual con los escenarios de la peor calamidad que existan en nuestra memoria.
Además, la comparación tiene que estar hecha contra épocas realmente trágicas propias y, en lo posible, muy recientes.

Estamos bien, según ellos, porque estamos mejor que cuando yacíamos en el “fondo del pozo” y no porque exista un escenario ideal de bienestar al cual aspirar honestamente y en cuyo camino ascendente podamos reconocernos transitando, logrando, de tal manera, estimar el esfuerzo que nos falta para abordarlo.
Esta engañifa, hecha a medida para los ingenuos, consiste pues, en decirnos a todos, sin pudor, que “se mira hacia adelante” pero poniéndonos las narices y los ojos en el espejo retrovisor para enfocar cualquier parámetro que uno quiera tomar como referencia, en hechos de un pasado de desastres impresionantes.

De tal suerte… estaremos siempre arrastrando la roca como Sísifo y tratando de “salir del infierno”

Estamos bien, porque naturalmente todos debemos convencernos una recuperación refleja a la que debemos llamar “crecimiento” pero que nunca debe dejarnos contemplar modelos de calidad de vida objetivamente excelentes.

Les conviene siempre, hablarnos del mejor “tiro” y ponerlo en una especie de contraste violento con la gestión del descerebrado Fernando De La Rúa ó con la catástrofe de Alfonsín.

El objetivo del político es, entonces, en estas épocas preelectorales, primero crear la sensación ficticia de que “estamos bien” en base a esas comparaciones y luego, por cualquier medio que se pueda, convertir esa sensación en una convicción que dure un tiempo razonable.

El mecanismo consiste, como se ha dicho, en hacer una continua referencia a los escenarios del infierno y jamás salir de ese juego.

Nunca se les ocurriría nombrar un ejemplo brillante de algún país vecino al que le va muy bien. Algo así como un “investment grade”o algún paradigma de dirigencia política y de respeto permanente por las instituciones republicanas.


Por cuanto mirarse en ese espejo sería arriesgarse a quedar pegado con el costo político del marco global en el que transita tal país, tanto por sus amigos y aliados, cuanto por sus políticas sociales de “excesiva racionalidad” ó de “excesiva prudencia”.

Mirarse en esos espejos sería, sin duda, arriesgarse a que se sospeche la intención de copiar tales virtudes como la vocación de ahorro, la independencia de poderes, la ausencia de políticas pupulistas y acaso también el marco impositivo racional no distorsivo.

Sería quedar en la trampa de tener que hacer reformas que están fuera por completo del límite ideológico estrecho que les permite su cota de compromiso en el discurso farsante de sus proclamas cotidianas y en las palabras del atril, que ya fueron dichas.


No les gusta que miremos a Chile y ahora mucho menos a Brasil. Ni hablemos de alguna potencia.

Quieren que miremos nuestras peores épocas de vergüenza y, en última instancia, que enfoquemos todo nuestro esfuerzo en los ejemplos de Venezuela, de Bolivia y de Cuba.

Estamos bien. Todo va muy bien.

Debemos estar muy conformes con todo lo hermoso, promisorio y cómodo que estamos “logrando”.

El camino que transitamos es el correcto y nos espera un escenario de buenaventuranza espectacular.

El empujón para renovar su mandato que necesita el Gobierno tiene esta inaudita liturgia como esencia :

El conformismo, la catalepsia de metas, el carecer de ellas y la conmovedora obsesión por el igualitarismo.

El infierno, del que saldremos únicamente cuando sea decretado por el Supremo, quien nos avisa cada día que estamos cada vez más cerca, es un incentivo de adhesión al escape y nunca de la mirada al mérito.

Como que, ni ebrios ni dormidos se nos vaya a ocurrir pensar alguna vez en la eudemonia de Aristóteles

Todo eso es pues, lo único que abona y lo único que sostiene nuestra insólita, plácida, infame y mediocre “sensación de estar bien”, un sofisma que puebla la fantasía de los ilusos en el que están igualmente proscriptos la dignidad y los ideales.

Es el sofisma del bienestar. Diseñado a medida para los inválidos morales o para los mercenarios.

Una alfombra de falsa virtud, bajo cuya superficie se han barrido una y mil cosas que alcanzarían para estremecernos .

Sobre ella, una sorda impavidez social espera las urnas sin atreverse siquiera al más tibio y precavido escepticismo.