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Global Inside Synopsis es una marca registrada de newsletter con contenidos de información, análisis y opinión política y económica de Argentina y el mundo. Se brinda en este espacio un panorama que se considera altamente calificado para la toma de decisiones.

miércoles, agosto 30, 2006

EDITORIAL:
“RADIOGRAFIA DE LAS RESERVAS MORALES”.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse) (18/07/2006).

Aunque sea un deseo honesto y natural de todos los seres humanos, resulta casi imposible que algo diseñado y sostenido "contra natura", termine bien.

Hay gobiernos que son, lisa y llanamente, "contra - natura".

Luce muy difícil entonces, en este tren de ideas, que ese tipo de gobiernos, termine bien.

Todos los gobiernos totalitarios de la historia, dictatoriales o dirigistas, demagógicos o despóticos, aún cuando hayan tenido una genética democrática impecable, siempre buscaron primero, con cierta dosis de viveza, aglutinar al pueblo detrás de alguna “idea fuerza” común, aunque esta fuese, en sí misma, una propuesta demencial o infrahumana.

Su estrepitosa caída tardó bastante tiempo en sobrevenir por cuanto ninguno de ellos cometió el error de hacer las cosas al revés, es decir, ocuparse personalmente de fomentar, casi en forma cotidiana, la división social y de producir cada día, un derramamiento de mensajes que fuesen abiertamente contradictorios con la más elemental viabilidad lógica o que estuviesen plagados de crispación en su planteo.


El supremo especulador del poder suele tener claro, de todos modos, que nadie vota a partidos que propugnan la moral, las buenas costumbres, ni la austeridad, ni la disciplina, ni el trabajo, ni el sacrificio, que son los instrumentos del auténtico bienestar y de la felicidad humana. El voto es mucho más egoísta.

Se vota bienestar personal y no se analiza de donde salga o cuanto pueda durar. Ni se teme su artificialidad, ni se sospecha de su carácter mitológico o temerario.

No se repara mucho en un gobierno que hace gran gala de una formidable soberbia en la tenencia y administración del poder, propugnando cada día la amenaza y la victimización como señales pendulares de su carencia de rumbo.

No se advierte que, necesariamente, en poco tiempo, deberá atenerse a las consecuencias del gran clima de enfrentamiento social que se ha hecho germinar con la prédica del odio.

Aparece pues la intención de voto, contaminada por el desdén, la falta de información y las conveniencias personalísimas.

Impresiona gravemente un panorama con tanta cantidad de componentes aleatorios y con una saturación increíble de motores intrínsecos de fractura.


Impresiona la facilidad del Gobierno para desentenderse de los compromisos contraídos con la Constitución, para perfeccionar una instigación abierta a que, a todo el mundo, le importe un bledo que se estén profanando las instituciones en sus narices, devastándolas, violándolas y burlándose de ellas.

Impresiona que se haya hecho del garantismo una política de estado, justamente en el medio de un clima de inseguridad pública que encima es negado con estadísticas diseñadas ad hoc, permitiéndose así que prolifere el narcotráfico; que se quieran legalizar formas retorcidas de administración de los dineros públicos, y que se perpetre una sutil manera de desintegración de la Nación.

Pero francamente impresiona muchísimo más que el pueblo, embrutecido y emplebeyecido, se gratifique y guste de todo eso como el cerdo que se revuelca y come su propio vómito.


Se puede ver hoy como prolifera con bastante simpleza una especie de acostumbramiento a ver la bonanza como un clima natural, sin analizar ni los sofismas donde se apoya, ni los menores fundamentos de su posible sostén inmediato.

Se puede ver que, cuando el pueblo reacciona no lo hace por motivos verdaderamente espirituales, por conversión, o por aversión a una democracia putrefacta e inmoral; sino que lo hace buscando remedio a alguno de los males específicos que ya se le presentan como inaguantables.

Los ciudadanos pueden tener miedo objetivamente, o estar hartos.

Pero se sobresaltan sólo cuando les ha tocado a padecer cada cosa en forma individual.


Sólo cuando los problemas no se solucionan con la demagogia del Gobierno. Sólo al cabo de algún tiempo que se ha dejado transcurrir alegremente. Sólo cuando se han ido muriendo los bienpensantes de la burguesía, los rabiosos e impenitentes demócratas y honestos.

Sólo cuando generaciones de jóvenes, hartas de lo que llevan soportando desde la infancia, tienen edad de votar y de organizarse políticamente.

La impericia de este Gobierno forma parte de una lógica de teatralización de la política ante su impotencia.

Un ejercicio inaudito y rampante de la enfatización de los símbolos por encima y a gran distancia de las realidades que los sustentan.

En un territorio, el de las identidades, que se está convirtiendo en refugio ideal para la política cuando ésta pierde peso, todo es relato.

Y el que tiene el libreto en la mano, juega con gran ventaja.

Pero todos los relatos, para fraguar, necesitan ser reconocibles y tener además, un grado suficiente de verosimilitud.

Cuando la política se aleja tanto de la realidad concreta de las personas y de las cosas, ocurre como en la caída del avión sin comando idóneo… y acostumbra a ser muy ruidosa.

Los teóricos de la política como simulacro, tienen siempre un terreno fácil. Es el simulacro del Estado que no se tiene y de la "plenitud nacional" - para decirlo en argot nacionalista - de la que no se dispone.

El pseudopolítico sabe, en cambio, los rudimentos del "vivillo". De aquel vivo que pudo llegar a ser Presidente en un país en el que no es tan difícil, con un poco de dinero, convencer a un magro 8 % y obtener prestado un consenso transitorio del 13 % para tener esa posibilidad de llegar.


Los rudimentos del “vivillo”, empiezan básicamente por el populismo.

En un país con voto obligatorio y con más de la mitad de la población pobre o indigente, todos los cuales votan, hay condiciones inmejorables para prometer y comprar voluntades para luego convertirlas en incondicionales por un tiempo sorprendente.

El desarrollo económico exige tiempo, paciencia y trabajo sostenido, pero el populismo atropella por el atajo y sabe dirigirse, precisamente, a esos sectores que ya "no pueden esperar".

Si una familia miserable, marginal, que nunca ha visto nada, que no tiene acceso al trabajo, a la educación, ni siquiera a una comida normal, recibe 150 pesos de un "Plan" de manos de un "puntero" del Gobierno, será después casi incondicional de ese Gobierno.

Y votará por él cada vez que le pidan el voto.

Hasta recibirá advertencias de ser observado con cámaras en el cuarto oscuro. El ignorante cree eso sin más trámite.

Esto quiere decir lo siguiente :

Que en el subdesarrollo, en el atraso escandaloso que los regímenes democráticos no supieron atacar en forma seria, cualquier sátrapa político encaramado en el mando de un Gobierno populista, que controla los grandes poderes del Estado, y que cuenta con la infinita complacencia ó con la resignación de los sectores políticos, mutados y advenedizos, podrá lograr todo lo que se le antoje mientras dure en pié la fantasía.

Corporativamente, son absolutamente concientes de que, con el financiamiento discrecional de la política, todo el espectro de posibilidades que tienen es aparentar que son "un poco más" ó "un poco menos" corruptos.

No se trata, para ellos, de dejar de serlo ó no.

Del "clientelismo" hablan sólo los que son meros postulantes y se cuidan muy bien de decir cómo rayos van a proceder para terminar, de una vez por todas, con esa práctica.

Hipocresía y populismo. Corrupción y falta de idoneidad.
Voto obligatorio y fácil de comprar en una población que está totalmente empobrecida.

Ese es el cóctel para que todos sigamos dejando que crezca una clase política que tiene, en nuestro actual Gobierno, el mejor ejemplo de tales "virtudes" y de tales "capacidades".

Podrá parecer escéptico, pero es esto, objetivamente, lo que tenemos los argentinos para esperar el futuro.

Es la radiografía cruda de lo que ha quedado en nuestra última reserva moral, para mirarla al trasluz y reconocer, en silencio, el país que nos espera en el mediano plazo.