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jueves, junio 22, 2006

EDITORIAL : “EL VELORIO DE LAS INSTITUCIONES”.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (20/6/2006)

Muy pocos se han dado cuenta todavía, pero las instituciones en la República, han fallecido.

El Estado es una máquina absolutamente paralizada que ya no funciona ni como motor de la Nación, ni mucho menos como garante jurídico social.

El deceso de las instituciones es, ahora mismo, un costo colectivo que habremos de pagar muy caro por habernos abandonado tan plácidamente en una telaraña de populismo y demagogia que parece estar a punto de consolidarse casi definitivamente en unas elecciones libres, el próximo año.

Muchos lo están viendo y callan.

Otros, no lo ven, engañados ó acaso confundidos por el responsable de los destinos de la Nación.

En sólo tres años se ha conseguido, por aproximaciones sucesivas, el sometimiento pleno de los empresarios cuyas organizaciones corporativas son hoy manejadas por advenedizos, el servilismo del parlamento, cuyos miembros son ya figuras absolutamente decorativas y la confusión de los trabajadores, cuyos sindicatos ó representantes son sobornados por el Gobierno ó se convierten lisa y llanamente en sus empleados.

Hay advertencias serias de corrupción general.

Hay una gavilla de hacedores de negocios, de “arquitectos” del sobreprecio, de canje empresarial y de la sastrería licitatoria “a medida” que están horadando las arcas públicas en su beneficio personal.

Quienes se han dado cuenta del latrocinio y la depredación perpetrados bajo una máscara de ética solemne, señalan los hechos sólo con alocuciones pomposas ó con referencias que lucen rengas de prueba ó que carecen de la condigna denuncia formal.

Ni un solo fiscal, ni un solo juez, ni un solo tribunal, habrán de producir, con arrojo, el acto institucional correctivo imprescindible : La investigación, la prueba y la condena.

Y así ha de ser, lamentablemente, porque las instituciones han fallecido y, salvo algunas tibias voces de alerta que se animan a señalar la saga de las maletas de cuero del Palacio, hoy campea la cobardía y el desentendimiento social.

En el velatorio institucional habrá pocas flores y sin dudas, las pocas que haya, habrán de secarse muy rápido.

A prudente distancia, en un lugar elevado que permita ver todo, habrá un cuervo negro disimulando su sonrisa y esquivando la culpa con su mirada torva y su pupila oblicua.

Un ejemplar de ave temible y destructiva, aprendiz de rapaz, seleccionada un día como acabado prototipo de pasión por la voracidad y de fanatismo, por el vicio político disfrazado.

Con las disidencias acalladas, el cuervo querrá terminar rápido ese velorio y descender de su sitial a empuñar el cajón institucional para inhumarlo sin demoras en alguna ciénaga, regresando entonces a su sistema planetario, donde el sol no existe.

Su pico curvado se abrirá sólo para conmover a la piara con tono amenazante y asegurarse la sepultura permanente de lo que allí se ha de inhumar.

La resignada pasividad general será la culminación de un acto con todos los presentes retirándose encolumnados besando la garra del cuervo a la salida del acto y aceptando humillarse hasta sangrar.

Las instituciones serán llevadas en un féretro por hombres de negro que, precisamente, han de ser los mismos que ayudaron a retirar el respirador artificial cuando fue oportuno ejecutar el tiro de gracia.

En el epitafio, puesto allí cuando ya nadie pueda verlo, quedarán escritas las 20 verdades históricas del Doctor Enrique Krauze acerca del populismo y de la demagogia :

1) El populismo trata de forzar la instalación de un líder carismático. Como muchas veces no lo tiene, o quien se halla instalado en el poder carece de carisma, trata de fabricarlo en modo artificial.No cuaja el populismo si no tiene la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo.

2) El populista resulta normalmente, un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso que forja su beneficio económico personal o vive para una obra narcisista.

Pero es a su persona y a sus supuestas cualidades a las que desea que se entregue el discipulado, el séquito y el partido.


3) El populista no sólo usa y abusa de la palabra : se apodera de ella.
La palabra es el vehículo específico de su prédica.

4) El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también se asume como la agencia de noticias del pueblo.Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, dice "alumbrar el camino" y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios. Aristóteles sostiene que la demagogia es la causa principal de "las revoluciones en las democracias" y advierte una convergencia entre el poder desmedido y la sumisión generalMás tarde se desarrolla una mediocre habilidad retórica con lenguaje popular y llega la hora de los demagogos puros.

5) El populismo fabrica la verdad.


Los populistas siempre llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino:
Vox populi, Vox dei.

Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno "popular" interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial y sueña con decretar la verdad única.

6) Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión.
Confunden la crítica con la enemistad militante; por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla.

7) El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es el patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse y/o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, sin tomar en cuenta los costos.

8) El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión.

La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.

9) El populista reparte directamente la riqueza, lo cual no es criticable en sí mismo , pero no reparte nada gratis:

Focaliza su ayuda y la cobra en obediencia.

"¡Ustedes tienen el deber de pedir!", exclaman.

Crean así una idea ficticia de la realidad económica y se entroniza una mentalidad becaria.

Y al final, ¿quién paga la cuenta? :

El erario público, los empresarios y los propios obreros con sus donaciones "voluntarias" y, sobre todo, la posteridad endeudada o acaso, devorada por la inflación.

10) El populista alienta el odio de clases.

Las revoluciones en las democracias - explica Aristóteles, citando multitud de casos - son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos.
El contenido de esa "intemperancia" fue el odio contra los ricos: "Unas veces, por su política de delaciones... y otras, atacándolos como clase [los demagogos] concitan contra ellos al pueblo".

11) Todos los populistas latinoamericanos modernos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a los "ricos" (a quienes acusan a menudo de ser "antinacionales"), pero atraen a otros "empresarios patrióticos" que apoyan al régimen a cambio de prebendas secretas. Se dejan humillar en público para ello.

12) El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula en su favor.

13) El populista moviliza constantemente a los grupos sociales: apela, organiza, enardece a las masas.

La plaza pública es un teatro donde aparece "Su Majestad el pueblo" para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra los "malos" de dentro y fuera. El pueblo, claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas de modo simple en un voto y representadas por un Parlamento; ni siquiera la encarnación de la "voluntad general" de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante.
"El poder para los que gritan el poder para el pueblo".

14) El populismo fustiga por sistema al "enemigo exterior".

Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera.

15) El populista reaviva siempre las viejas pasiones anti Estados Unidos que hierven en latinoamérica desde la Guerra del ’98. Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen, un triste régimen definido por lo que odia, no por la que ama, aspira o logra.

Por su parte, Chávez ha llevado la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aún Castro consideraría, tal vez, de mal gusto.

Al mismo tiempo, hace representar en las calles de Caracas simulacros de defensa contra una invasión que sólo existe en su imaginación, pero que un sector importante de la población venezolana (adversa, en general, al modelo cubano) termina por creer.

16) El populismo desprecia el orden legal.

Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la "ley natural" y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre.Por eso, una vez en el poder (como Chávez) el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la "justicia directa ("popular, bolivariana").

17) El poulista suprime la inmunidad parlamentaria y lo depura, a su conveniencia.

18) El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal.

19) El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la "voluntad popular".

20) El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente "moderada" o "provisional":

No termina nunca por ser plenamente dictatorial ni totalitario.

Por eso, alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.