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Global Inside Synopsis es una marca registrada de newsletter con contenidos de información, análisis y opinión política y económica de Argentina y el mundo. Se brinda en este espacio un panorama que se considera altamente calificado para la toma de decisiones.

jueves, marzo 15, 2007

EDITORIAL: “LOS CICLOPES”
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse).( 13/3/2007)

Todo lo que rodea a este gobierno es una mala obra de teatro, cuyo dramaturgo ha dejado la farsa a medio terminar.

Son, sin ninguna duda, personas e imágenes armadas desde un sofisma cuya conexión con la verdad estricta debería permanecer oculta, pero que, inexorablemente, se desbarata a mitad de camino.

Si hubiera que elegir al antecesor primigenio del paradigma del drama, Bertolt Brecht, sin dudas señalaría a Eurípides.

Tenía cierto temor de que su grandiosa obra “Los Cíclopes” fuese usada por la imaginación colibrilla de los políticos y que estos hicieran de ella una adaptación caprichosa en perjuicio del pueblo.
Los cíclopes tenían un solo ojo y eran ejemplo de perversidad.

“Alguien que se cree un dramaturgo puede provocar una calamidad”
Hay una esencial verdad que todos los “grandes dramaturgos” tratan de manifestar mediante la bella mentira del teatro."
Es un juego de ficción en el que se trata de representar algo ocurrido en la realidad.
O acaso algo solamente imaginado.

Y en ese juego de ficción, el derecho a la imaginación escénica del dramaturgo profesional, no debe discutirse ni aún cuando contradiga en parte lo que sabemos históricamente acerca de las figuras que pone sobre las tablas.

Pues además, no es improbable que, lo que nos parece una traición a la verdad histórica sea, no sólo una invención que permite acercarse más certeramente al personaje y a su mundo según fuera, en su posible relación intrahistórica, sino acaso una intuición de hechos parecidos a otros auténticos que, en el futuro, puedan descubrirse como contradictorios de los que supuestamente hoy se dan por ciertos.

Pero un político trastornado que se convierte en dramaturgo y emplea la farsa para representar los símbolos que se le antoja imponer, no pasa de ser un farsante común y corriente.

Farsa , comedia, drama , tragedia o sainete :

Todos esos géneros parecieran reproducirse en el comportamiento de los personajes e instituciones de nuestro gobierno. Y un ejército de cíclopes posesionados de su rol, amenazan con a salirse del escenario a atacar al público apenas se les antoje.

Porque nuestro dramaturgo de segunda mano, pierde, cada vez con mayor frecuencia, algunas páginas de su guión.

Y entonces allí, los espectadores, que al principio se indignan, empiezan luego a reírse de la ridiculez que se desarrolla en el escenario. Y eso desagrada mucho a un cíclope.

Es como si el dramaturgo hubiese armado la primera parte de la obra y súbitamente, atacado de pánico, dejara que los actores hagan una improvisación muy burda para cerrar el telón en forma precipitada.

Y los ataques de pánico empiezan a ocurrirle cada vez más seguido

Casi nadie sabe bien cuál es el esquema principal de las causales de sus ataques de pánico recurrentes.

Cuál es, en su íntima convicción, casi el único factor del que no se siente seguro en absoluto y del que, inversamente, presiente una especie de proximidad inexorable cuya fórmula real para esquivarlo no existe a su alcance. Algo para lo que no habrá un guión posible.

No es su salud, por cierto en vías de secreto deterioro.

No es tampoco el creciente poder de su esposa que ha empezado a levantarle la voz en todo momento sobre los temas que jamás cuestionaba y que siempre respetaba :
El enfoque instrumental de las políticas públicas.

No parece ser su entorno, su gran elenco teatral plagado de traidores, de hipócritas y de advenedizos, a quienes conoce casi con detalle quirúrgico.

Ni siquiera es alguno de sus famosos “grandes” enemigos políticos, de ayer o de hoy, a ninguno de los cuales considera suficientemente muerto en lo político.

Tampoco lo son, ninguno de sus odiados fantasmas externos, ni Washington, ni el F.M.I. , ni el Club de París, ni sus vecinos más despreciados como Lula ó Tabaré Vázquez.

No, nada de eso.

El terror íntimo y verdadero del dramaturgo es nada más ni nada menos que “el problema social en ciernes” : sus líneas de tensión en límite de la maduración para ponerse acaso a desbordar todo, sin control, por vía del chispazo más ingenuo e inocente que pueda ser concebido en una zona preelectoral propicia para las protestas en escala .


La enorme masa crítica de pobres e indigentes cuyo porcentual se anuncia en descenso mes a mes desde el INDEC, pero que él sabe íntimamente que no es algo ni siquiera aproximado a la realidad.
Sueña con eso.

Pero en su ánimo personal no se instala una preocupación genuina proyectada a resolver los problemas sociales desde su raíz.

Jamás podría nacer en él, un enfoque generoso y dativo para ese déficit que podría resultar tan sensible a los correctivos desde el pináculo del poder. No.

Su miedo es sólo egoísmo y deseos de poner a salvo su pellejo.

Miedo a tener que caer, sin remedio, en un algún escenario de caos social que surja por vía de esos fenómenos de contagio sucesivo de factores desencadenantes absolutamente impredecibles.

Se horroriza en extremo al imaginarse que puede tener que vérselas con la decisión de seguir dejando que se queme y se destruya todo con su liturgia montonera de “policías decorativas”.

Ó acaso, frente a un problema de mayor escala, tener que tomar la decisión de poner un límite verdaderamente contundente.

Lo ha dicho en la intimidad :

“Antes de ordenar una represión sistemática, renunciaría”. (sic)

De modo que, si aquí ocurriera un brote de descontrol social, o quizás mucho menos que eso (y si esa “promesa” fácil fuese cierta), el dramaturgo abandonaría el teatro, lo cual, de hecho, entra mucho más en la lógica de una incapacidad estructural para ejercer la conducción pública que en el enfoque moral de una filantropía puesta al servicio de proteger las vidas humanas.

Él mismo, sabe muy bien, por cuanto lo ha instigado, lo que ocurre cuando sus operadores ponen a funcionar el apriete.

Como símbolo de castigo a las “clases altas” y como modo de llamar la atención sobre las postergaciones sociales, este es sin duda un procedimiento que, si ha operado para él, puede también hacerlo en su contra, si decidiera esconder la chequera o si algún día se quedara sin fondos .

El caos se incuba muy fácil junto con el delito que él mismo ha dejado crecer, en todos los “guetos” de marginalidad que proliferan en el conurbano.

Autorizar y “dejar hacer”, han sido sus prácticas políticas respecto de los que producen estragos y violaciones a la propiedad.
Si los controlara como hoy controla los precios, no alcanzarían las cárceles de Sudamérica.

Esperar a que se incendie y se destruya todo, contener a la policía hasta que las ruinas de Pompeya y Herculano, en cenizas, puedan ser fotografiadas por los diarios.

Y pagar después, los daños, con la Caja del Estado, dejando que todo siga por el camino de la divina providencia. De la casualidad.

Esa es la liturgia.
La “válvula de escape” para que todo se olvide rápido.

Publicar mil datos falsos del nivel del delito y “dar sensaciones” de tranquilidad con la prensa adicta.

Provocar problemas internos y gremiales en las empresas y en los diarios que se animan a difundir un atisbo de crítica.

Y como dramaturgo cíclope, jefe de todos los cíclopes :

Hacer que ellos salgan a furiosamente a transmitir su mensaje.
Montar un escenario nuevo y exhibir allí un panorama de control absolutamente trucho. El control de los cíclopes

Patear para adelante la peor de todas las causas de su miedo :

El desborde social

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

lunes, marzo 05, 2007

DOS HORAS DE HIPOCRESIA Y BURLA
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (1/3/2007)


El discurso conmovió los huesos de Moliere en su tumba.

Jean Baptiste Poquelín (Moliere) es autor del mejor tratado de hipocresía humana que existe en el mundo (“El Tartufo”).

El Presidente aceptó que su elección fue por unos pocos votos mientras unos párrafos antes de su catilinaria se desentendía de la historia del país por completo.

Ignora que un Jefe de Estado acepta en su juramento el país con toda su carga de responsabilidades, aún cuando los autores de cualquier compromiso hayan sido unos crápulas.

Incluído el fusilamiento de Dorrego.

Así como, los que vengan, tendrán que hacerse cargo de los compromisos y las hipotecas que él mismo está contrayendo ahora mismo.

Habló de superávit mientras esa suma es aritméticamente igual a lo que se sigue cobrando por el impuesto al cheque y por las retenciones a las exportaciones. Sin estos, no hay aquel.

Habló de expansión del crédito Pyme mientras el 93,8% de las solicitudes por este concepto rebotan en cualquier Banco.

Habló de periodistas que opinan diferente mientras la chequera que funciona para los que opinan igual tiene ahogados a unas dos docenas de medios escritos y orales. Y él lo ha ordenado.

Habló de los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel mientras cuatro de sus hombres más dilectos están rindiéndole homenaje ahora mismo al peor enemigo de Israel y de los judíos del mundo, alguien que no sólo ha negado el holocausto sino que alimenta el terrorismo para borrar de la faz de la tierra a seres humanos que desprecia en modo visceral.

Habló de López, desaparecido hace casi medio año, mientras la inseguridad (de la que no dijo nada) ya ha perforado las puertas y las costumbres privadas de cada ciudadano argentino.

Habló de confianza y honestidad, mientras afuera del Congreso había 74 micros con gente pagada para vitorearlo cuando saliera y para permitirle subirse a una tarima que la lluvia le arruinó.

Habló de una distribución equitativa de la riqueza, mientras el catálogo de subsidios que él mismo ha ordenado con la “caja”, supera en porcentaje a cualquier país de América.

Habló de Chávez, preguntando cual es el riesgo de ser amigo de este desorbitado mental, a quien aplaude hoy, olvidándose no solamente de su golpismo ingénito, sino también de su íntima sociedad abierta con el terrorista nazi Mahmud Ahmadinejad y con otros 5 dictadores.
Todos ya sabemos que para él no es un riesgo y que le prepara una gran recepción en el estadio Ferro dentro de unos días.

Habló de la serenidad en el cambio de ideas y de la paz de los diálogos, y allí Moliere no pudo más y arañó el ataúd por dentro.

Quería salir para incluirlo allí mismo como personaje primario en “El Tartufo”. Un campeón mundial de los agravios y de las humillaciones que habla de serenidad y paz, tiene un hábito por la ficción que le da espacio para entrar al primer capítulo.

Oblicuo hasta el extremo, le dirigió unas palabras a Tabaré Vázquez, sugiriéndole exactamente lo que él mismo se niega a conceder a todo el mundo : el diálogo y la negociación.

Pero su ambigüedad recalcitrante no tuvo límites :

No trepidó en endeudarse moralmente diciendo que algún día iba a escribir un libro, como lo hacen muchos Presidentes y que allí iba a dar nombres y apellidos de sujetos que se supone han cometido alguna felonía.

Si este Presidente quiere disfrazar el encubrimiento con una mezcla de pudor convencional y corrosivo, debe hacerlo frente a sus lacayos en privado, pero no insultar de ese modo torpe a la inteligencia de toda una ciudadanía.

Si cree que el mal no está en las cosas mismas, sino en las apariencias, entonces que diga cual es la moral que pretende arrogarse para sí y cual es la que debe encolumnar al resto.

Como no aspira a ser virtuoso, sino a parecerlo, dijo que no quiere vengarse de nadie. Fue la gota de agua que faltaba :

Moliere, espantado, rompió la tapa del cajón.

Pero no quiso ir a buscarlo para inspirarse en él.

Salió huyendo, porque un vicio tan peligroso, encarnado en un ser vivo, no podía estar ocurriendo en la realidad .


Lic Gustavo A. Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

miércoles, febrero 28, 2007

EDITORIAL : “EL FINGIMIENTO DE LA VIRTUD”
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). ( 27/2/06)

Ambos están convencidos sobre que no pueden perder.

Al derecho o al revés, juntos o separados, el matrimonio siente que tiene el campo despejado para seguir en el poder.

Más que eso :
Suponen ahora mismo, que cualquier viandante que decida salir a postularse, ha de pensarlo dos veces cuando barrunte la enorme chance de ser humillado hasta el pisoteo en las urnas.

Acaso Elisa Carrió y Jorge Sobisch ya lo estén pensando.

Lavagna no ha terminado de armar ni el 15% de su base territorial mínima para enfrentar el compromiso.

Le dicen cada mañana que, mano a mano, va a perder.

Y tal vez sea por unas diferencias tan abismales que puedan terminar fulminando su carrera política.

El matrimonio lo espera… con la “caja” a su disposición.

Jamás se imaginaron “tenerla” tan servida en bandeja.
Ella, últimamente callada, se retuerce sin embargo en envidias por Bachelet, por Angela Merkel, por Segolene Royal y hasta por el cheque al portador de Hillary Clinton.

Ambos saben bien que la formidable aplanadora de “la caja” ya funciona sola.
Pero además perciben, como las bestias, el olor de las víctimas transidas de miedo.

Un miedo que se vincula a la esencia del peligro inminente.

Un opositor que conozca de antemano su propia derrota por guarismos de deshonra o de catástrofe, ha de preferir la prudencia de conservar su pequeña cuota de predicamento virtual, bien lejos del examen del voto popular, esperando que algún día puedan “alinearse los planetas” a su favor, de una forma más decorosa.


Desde el último conato de ballotage, que acaso no sea el mejor ejemplo, quedó flotando el estigma de las derrotas por abandono y la rara mezcla de prudencia y cobardía que suele ocurrir frente a una aventura electoral.

El populismo ideológico les ha invadido la psiquis y casi han convencido a media sociedad que lo mejor es estatizar todo. Energía, comunicaciones y fluidos, acaso mucho más por la oportunidad que tienen de enroscarse gratis el pabellón nacional, que por su oculta pasión controladora de las cloacas.

El páramo opositor, jamás visto en la historia del país, puede ya mismo estar avisándonos de un largo tiempo de desertificación política, suficiente tal vez para abrirle paso a un triunfo que, sin exageraciones, supere largamente el 60 %.

Así están las cosas.

Perviven hoy, estos enfermos de la inquina, aferrados a una caja, con el único terror ciego a las 3 epidemias que ya circulan por las venas de la Nación pero que pueden todavía ser enmascaradas por un tiempo razonable :

- La orfandad de inversiones.
- La presión de la reclamación social.
- La inflación rampante.

Una terna de virus que siempre se retroalimentan mutuamente y crecen sin aparente dolor.

Su costo de enmascaramiento sólo puede pagarse con el superávit artificial de las leyes de emergencia, con los decretos DNU y con la transferencia discrecional del sector privado hacia el sector público en una sangría que parece indetenible.

Tendrán tiempo para sacar a relucir las excusas cuando esos tres virus empiecen a convertirles todo en un escenario trágico.

Pero todas las excusas deben prepararse con detalle quirúrgico, haciendo una siembra programada y muy selectiva de la culpa :

1) Hay que seguir sembrando de choques y de agresividad todo el frente externo con el diseño populista de una soberanía económica de fantasía.

Entonces pues, de ese modo, la falta de inversiones aparecerá como la malvada respuesta extorsiva de un mundo exterior que no pudo sojuzgarnos. Y por eso decidió aislarnos.

2) Hay que sembrar de mil promesas y concesiones a todo el arco sindical corrupto, haciendo fuerte cooptación de dirigentes y forrándolos prolijamente con la chequera de la “caja” negra.

Entonces allí, las presiones de la reclamación social han de parecer sólo como un fenómeno de bases, cuya anarquización y cuya desconexión dirigencial los convierta a todos en minorías irrepresentativas.




3) Hay que estigmatizar un poco más a todo el sector empresario, sembrando sobre ellos un manto de culpabilización por goteo contra las corporaciones y estableciendo allí el nuevo origen universal y único del lucro, tan injusto como especulativo.

Entonces pues, la inflación podrá endilgarse a la perversidad y no reconocer ningún otro foco identificable.

La selectividad moral, así establecida e instalada permitirá incluso aprovechar la división social para orientar aquella protesta (incentivando incluso su violencia) contra aquel enemigo ya estigmatizado.

Cada virus engorda con el otro, pero también inversamente cada uno es excusa perfecta para usar el apriete de los descontentos.

En el tránsito hacia la sinrazón, vale sólo entonces la liturgia del trípode táctico más sencillo de la artificialidad :

1) Postergar. 2) Improvisar. 3) Simular.


La mansedumbre insólita de una dirigencia empresaria rastrera y obsecuente, la absoluta falta de arrojo cívico del arco opositor que opera como una vulgar estafa política a la representatividad social y el gran terror a la defenestración de los circuitos de supervivencia del palacio, son los factores que sirven de plataforma sólida a ese trípode.

Para que todo el mundo quiera seguir subido arriba del snowboard, deslizándose suavemente hacia un destino que ha sido borrado literalmente de la visual del pueblo.



Ya importa poco que Scioli se arrastre aceptando cualquier cosa y demostrando que su promiscuidad política increíble busca hoy el Guiness de la sumisión. Callando frente al viaje de su nuevo ladero Luis D´Elía a rendir homenaje al peor enemigo de Israel e insultando así a toda colectividad judía del país y a su gente masacrada .

Un travesti de la moral que, ante este hecho inadmisible, hasta debe haber cambiado su religión, siendo nieto (como es) del fallecido Gran Rabino de Roma e hijo del difunto pero conocido miembro de la colectividad, José Scioli.

Nos confirma el motonauta que aquí sigue reinando la peor pornografía necrofílica institucional, violadora de los tres cadáveres de la certeza pública :

Los planes , la honestidad y los objetivos.

Todos ellos yacen muertos en una sala velatoria cuidados celosamente por un ejército de mercenarios que vigilan la inmovilidad de esos cuerpos colgados por la mediocracia.

El matrimonio, más al garete que rumbeado, sigue navegando en el éxtasis de un populismo fingido que ya quiere exportar como “receta” al mundo entero.

Todo lo que hicieron ambos en su vida, ha sido sólo por el pueblo y para el pueblo, privándose de cualquier gratificación personal en un derrame conmovedor de continua entrega personal abnegada y munificente.


Envueltos en la bandera azul y blanca, se disponen a ingresar a la historia universal de los derechos humanos en el carro triunfal de la hipocresía política más repugnante que se haya conocido.


Los escoltan la impavidez de los idiotas, el servilismo de los inmorales y la distracción de los conformistas.

Un coro de ciegos aplaude sus cabriolas de amor irrefrenable por el pueblo y sólo oye en letanía, sus valientes estocadas hacia el atropello norteamericano, y hacia la polución uruguaya.

Su populismo ideológico es mucho más una atrofia de la esencia dativa del género humano que un atisbo de cultura exquisita contenido en algún rapto de convicción sensible.

Es imposible para ellos, disimular su propia impotencia psíquica por la intriga de vivir o no vivir, más allá del rencor que arrastran ambos, ocultamente, en sus intestinos.

Su odio, allí nacido, los ha convertido en un par de inadaptados que se privan de lo que ignoran y que declinan, sin virtud, lo que no valoran.

Y ese populismo ideológico teatralizado hasta el delirio, es el que los inhibe del gozo propio, sencillamente porque se les nota demasiado que actúan siempre como vulgares tránsfugas del autosacrificio y de la generosidad.

Como mercaderes del renunciamiento ajeno.

…Y como fingidores del propio.


Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

viernes, febrero 02, 2007

LA DEMOCRACIA TRUCHA DE LA ARGENTINA.
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (9/1/2007)

Hay una visión de la gente que parece peligrosa.

La visión de aceptar ciegamente una exagerada idolatría tradicional por un concepto que podríamos llamar aquí, “la democracia trucha”. La democracia argentina

La democracia, concepto solemne si los hay, se nos quiere presentar a todos como si fuera un gran “cuco extorsivo”.
No se puede criticar a la democracia, (como aquí lo voy a hacer), sin que aparezca algún imbécil que le venga a decir a uno que es un golpista , un totalitario o un gran antidemocrático.

Siendo los dirigentes políticos argentinos, casi sin excepción, una caterva de truchos, chantas y rateros sociales, es difícil que la democracia se pueda salvar de tener el sello de su conducta.

El “producto natural”de esos sujetos es la “democracia trucha”.

La democracia, lo mismo sirve para denigrar y excomulgar a quienes no la defiendan con uñas y dientes así como para blindar las actuaciones de sus más conspicuos beneficiarios :

Los dirigentes políticos que fueron elegidos por ella.
Los que elige una ciudadanía, obligada a votar.

Y así, cuando ya están elegidos, parece que esa elección fuera una especie de salvoconducto ó patente de corso para que se perpetre cualquier clase de medidas y decisiones.
Una ordenanza que exige el acatamiento total a cualquier decisión.

La esencia misma de la democracia reside en la ambición sin freno para ganar cuantas elecciones vengan, y por el margen mayor posible. En consecuencia, el afán, ó ideal de cualquier artido, es pues, ganarlas, una tras otra, y por unanimidad, todas.

El sueño honesto de un político democrático, sería que todos los votantes se sintieran representados por él, y en ese sentido su anhelo coincide plenamente con el del dictador y el totalitario, sólo que el primero de los tres aspira a verlo cumplido mediante la persuasión y los otros mediante la imposición, la invasión, el sometimiento, el dirigismo, la ocupación y la fuerza.

El primero por aclamación. Los otros, con ó sin ella.

El primero está dispuesto a conformarse con una aproximación razonable al cumplimiento de su anhelo, los otros no tolerarán el incumplimiento parcial y no aceptarán otra cosa que la cabal realización de sus designios.

La meta de ambos es, sin embargo, la misma :
Tener el poder, agrandarlo, acumular cada día más y ejercerlo sin ninguna clase de trabas, dirigir y manipular a los gobernados a su criterio, independientemente de que tanto el uno como el otro crean ó puedan creer estarlos favoreciendo, protegiendo, guiando y hasta tutelando.

Un político, de la clase que sea, es alguien que, para empezar, cree estar en lo cierto. Puede, tranquilamente, estar loco de remate y no habrá examen previo que le diagnostique su reviro y le impida asumir la función que sea.

Cree saber lo que es mejor para sí mismo y para los demás, para la totalidad de sus conciudadanos, y quiere llevar a la práctica su proyecto ó –más artísticamente- ver plasmadas en la realidad sus figuraciones más colibrillas.

Es alguien que aspira, siempre, a regir sobre otros y a decidir por otros, aunque formalmente lo haga “en nombre” de esos otros.

Que uno utilice la persuasión y el otro la imposición no es poca diferencia, al contrario.

Es toda la diferencia.

Pero esta diferencia no debe ni puede, de hecho, ocultar que dentro de la persuasión caben y también se inscriben el sofisma, la demagogia, la mentira, el engaño, las falsas promesas, y tal vez la calumnia.

Sin duda todas las farsas, las argumentaciones falaces y por supuesto la propaganda, no digamos el insulto, las acusaciones infundadas, la trapacería, la difamación, la emboscada, la hipocresía y el chantaje.

Y sin embargo, la superstición democrática, en su manifestación más extrema, pretende y logra que todo esto sea normalmente excusado. Que sea pasado por alto, aceptado y aún acordado.
Rara vez o nunca será denunciado o condenado.

Se toma como “parte del juego”, ó como “gajes del oficio”, ó como la “lógica de las alianzas”, de la “compensación y de la represalia”. Lógica del cambalache.

Todo esto se analiza con asombrosa asepsia, se cuenta y se especula con ello, se admite y aún se propicia.
Parece normal que un político diga lo que no piensa, prometa lo incumplible, diga cualquier pavada, esconda sus intenciones y cambie de opinión en función de sus caprichos, sin explicar tal cambio. Es normal que se crea dueño del Estado y haga de él un coto de caza para sus negocios o para sus vicios.

Nunca será castigado un dirigente político por sus veleidades ó inconsecuencias. No se le han de pedir cuentas porque un día censure y al siguiente ensalce a un contrincante, a otro partido.

Siempre va a encontrar un comprensivo agasajo de todo lo que diga o haga – en realidad resignadamente corrupto - .

Pero cuando surge por ventura alguna persona que por estas prácticas descalifica a un político ó a un partido, entonces todos , como un ejército, sacarán a relucir sus dientes para que, con su magia, vuelvan las acusaciones en contra de quien los acusa :

“Somos una agrupación democrática, somos hombres de la democracia, gozamos de inmunidad democrática”, “hemos sido limpiamente elegidos en unas votaciones libres”, “atacarnos equivale a insultar a varios millones de electores”.

Estos son los reproches amenazantes a cualquiera que se anime a criticarlos. Cuidado : Atacar lo sacralizado es hereje.

Un partido puede ser democrático en el sentido meramente técnico de estar registrado como tal y concurrir a las elecciones, pero puede perfectamente no serlo ni en su espíritu ni en su funcionamiento interno (y vemos que no lo es casi ninguno), ni en su defensa de ese sistema político ni, desde luego, en su mínima tolerancia de los demás partidos.

Unos políticos pueden haber sido, en efecto, elegidos en votaciones libres, pero será difícil ó más bien imposible que lo hayan sido “limpiamente” en la Argentina .

No sólo por las habituales manipulaciones antedichas sino porque, sobre todo, habrán sido elegidos en primer lugar –esto es, contratados, comprados, premiados ó “fidelizados”- por el aparato de sus respectivos grupos que los colocara en las listas cerradas armadas sobre “negocios a futuro” o devolución de favores.

Y, claro está, criticar, atacar ó incluso descalificar a un político no equivaldrá jamás a insultar a un solo votante suyo :

No ya porque un altísimo porcentaje de votantes opte siempre por una ú otra lista sólo como mal menor, sin ningún entusiasmo ni, desde luego, por incondicionalidad alguna, sino porque, por mucho que a los políticos y a los partidos les guste considerarse ó estén considerados “representantes” de la ciudadanía, a la hora de los hechos lo son en grado mínimo, en nuestra democracia.

Son unos perfectos chantas.

Truchos, todos ellos, reyes de la justificación, buscadores de culpas ajenas, lavadores de manos, insinceros, irresolutos, trenzadores de arreglos y acróbatas de la promesa.

Lo decisivo aquí, es que son siempre, y en el mejor de los casos, representantes interinos provisionales.
Azarosos, si se me apura.

Y la prueba de ello, es el modo en que, ellos mismos, cada vez que hay nueva campaña, procuran atraerse precisamente el voto de quienes la vez anterior no se lo dieron ni los quisieron como representantes suyos.

Digamos en suma, que su grado de “representación” está tan rebajado, tan pálido, tan “televisivo”, su vínculo con los electores es tan teórico, cambiante y superficial, que de ninguna manera se podría hallar veracidad en sus pretensiones de transferir los ataques que reciben al cuerpo de sus votantes.
Esa correa de transmisión que inventaron, es una entelequia.

No hace falta remontarse a cualquier ejemplo de los tiranos que fueron elegidos democráticamente las veces que lo fueron, para recordar que, en un sistema democrático asentado, lo importante no es que tal ó cual político haya sido “democráticamente elegido” , sino lo que ese político haga después de haber sido elegido.

En este sentido, para lo único que ha de servirle es para recordar a sus enemigos, rivales ó críticos que lo que no puede hacerse con él, bajo ningún pretexto, es derrocarlo por la fuerza y sin que medien unas elecciones nuevas.

Que un joven sea condenado a unos meses de cárcel por robar una coca cola en un supermercado se querrá hacer pasar por muy justa sentencia si ésta se ha dictado “con la ley en la mano”.

Pero los gastos insólitos y demenciales de los funcionarios y dirigentes políticos a cargo del erario público se podrán justificar siempre, por más escandalosos y superfluos que sean, sólo con “estar contemplados en las nobles partidas presupuestarias legalmente aprobadas”, y así hasta el infinito.

El recurso a la solemne legalidad ha sido empleado con la misma tranquilidad y desahogo por todos nuestros gobiernos.

Pero especialmente por el actual gobierno de Kirchner.

Un formidable muestrario de dirigentes políticos que, empezando por él, son los arquitectos consumados de la democracia trucha


Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
EDITORIAL: “CUANDO CAIGA DOMICIANO Y SU SUERTE”
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (16/1/2007)

Domiciano (Tito Flavio Domiciano) fue probablemente el más cruel de los emperadores romanos, junto con Cómodo y Vitelio.

Nació en el 51 d.c. . Asumió en el 81 cuando tenía 30 años y murió asesinado en el 96 durante su mandato. Sometió al senado auto-nombrándose “Censor Perpetuo” y sostuvo que el único que gozaba del derecho a tener buena suerte era él , simplemente por ser “Dominus et Deus” (Señor y Dios).

Domiciano de vez en cuando, hacía exhumar los cadáveres de algunos de sus enemigos que él mismo había matado y los volvía a exhibir colgados para recuerdo de la conciencia pública.

Compraba mercenarios por 20 sestercios y fue asesinado por una suma muy inferior a esa. Sus propios mercenarios lo degollaron.

Una época realmente dorada del Imperio se inició el día de la muerte de Domiciano, al asumir el anciano y honorable Senador Nerva, quien les dijo muy afectuosamente a los romanos :

“No rige más la prohibición de tener buena suerte. Sois dueños de forjarla o dejarla por cuanto desde hoy sereis libres de pensar y hacer por vuestra propia conciencia” (Gayo Suetonio, 114 d.c.)

Sirve de mucho este ejemplo porque aquí tenemos nuestro propio comprador de mercenarios, sojuzgador del parlamento, distribuidor de buena suerte y exhumador de cadáveres.

Después de tantos años de transitar una suerte desgraciada en este país y después de tantos presidentes descerebrados, hay quienes no se pueden explicar cómo nos vino a tocar este.

Y menos aún se lo pueden explicar, al ver esta nueva mala suerte de hoy, en el contexto de toda la mala suerte anterior a él, sucesiva, consecutiva, repetitiva y también sostenida en el tiempo.

Por cuanto también la “mala suerte”, según entienden todos, tiene su propio arco estadístico discontinuo de “probabilidad iterativa” ó de “improbabilidad de ocurrencia”. Sin embargo, cuando falla ese cálculo, puede empezar a pensarse que hay algo muy singular que está completamente fuera de la proyección de la estadística y que no responde a esas leyes.

Bajo el fuego de artillería durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados que lo recibían, en vez de protegerse en cualquier lugar, preferían ponerse a resguardo precisamente en el cráter que había dejado el último cañonazo, porque era casi imposible que, justo allí, exactamente, fuese a caer un cañonazo posterior.

Nada descabellado, por cierto.

En nuestro caso, si toda la galería de presidentes, uno por uno fuesen impactos del fuego de artillería sobre los argentinos, el abrigo de los huecos que fueron dejando no nos hubieran servido como refugio de ninguno de los otros.

Al contrario, todos, con precisión matemática, nos vienen pegando en el mismo sitio.

Lo primero que se me ocurre, es dejar de pensar en la mala suerte más pronto que volando, y empezar a buscar otros motivos, un poco más racionales.

No nos ha servido para nada pensar en la famosa estadística de la “mala suerte”. Aquí no funciona. Peor que eso, con nosotros los argentinos, ha funcionado exactamente al revés, es decir :

Ó alguien nos está dando cartas malas todas las manos (y siempre son las peores), ó somos nosotros los que estamos tomándolas de la mesa, a propósito o sin advertir que no hay una sola buena.

Y me temo que, además de ser nosotros mismos los que tomamos cada mano del turno, las cartas están boca arriba.
O sea que, sin dudas, las vemos a todas, perfectamente bien.

Nuestro Domiciano subió con el 21%. Parece raro pero hasta la Junta Militar hubiese obtenido más del 40% si se postulaba en el 76.

Todas las cartas estuvieron siempre a la vista y aunque por cierto nadie votó a la Junta, nadie se haría cargo hoy, de haberla deseado.

Tan raro como encontrar a alguien que haya sumado en aquel 21%.

También, aunque algo de esto pueda ser realmente así y aunque incluso seamos víctimas de una masa crítica de gente que vendió su voto por un paquete de yerba, aquí hay cosas que evidentemente estamos dejando de hacer.

En el cuadro de postulaciones que se prepara delante de nuestras narices para rifarse el país en octubre próximo, puede verse el conjunto de los declamadores de la “Nueva Argentina” quienes de modo muy claro componen el más elocuente y patético muestrario de lo peor de los últimos diez años.

Me pregunto si acaso una “rueda policial” de reconocimiento de detenidos hubiera lucido menos sospechosa que este grupo de perfectos tránsfugas de la moral que acompañan a nuestro “Domiciano” y a su siniestra esposa en el tránsito hacia su nueva consagración .

¿ Por qué está allí, toda esa cáfila de abigeos ?

Son ellos, precisamente, las cartas que están a la vista.

Pues están en ese lugar, para avisarnos a todos nosotros que las cartas que podemos elegir en breve, una vez más, nos dejan la libertad de seguir teniendo malas “manos”.

Hemos tenido en los últimos 50 años, un promedio histórico parejo, eligiendo sucesivamente siempre a una categoría especial y única de sujetos, todos los cuales, sin excepción, eran farsantes en sus tres categorías conocidas :

a) Farsante amateur, b) Farsante superior, c) Farsante consumado.

Nuestra sociedad, de ese triste modo, diseñó, casi sin advertirlo, la incubadora de Frankenstein. Una verdadera casta de dirigentes políticos farsantes, cuya única condición ingénita de “pertenencia”, casi obligatoria, es esa : Ser farsantes.

Las farsas, para tenerlo claro, son aquellas conductas en las que se finge la realidad genuina.
Esto supone que, en verdad, distinguimos dos planos :

Uno externo aparente, manifestativo, otro interno sustancial, que se trasunta en aquel.

Y aquella realidad, tiene la misión ineludible de ser expresión adecuada de esta.

Si no lo es, entonces es farsa.

Y tiene esta realidad interna, a su vez, la misión concreta de manifestarse y exteriorizarse en aquella.

Y si no lo hace, es también farsa.

Pongamos un ejemplo :

Un hombre que defiende con vehemencia un conjunto concreto de opiniones ó principios todos los cuales en el fondo de su conciencia le importan realmente un bledo, es un farsante.

Un hombre que tiene realmente ese conjunto de opiniones firmes, digamos un catálogo de principios expresables, pero no los defiende ni los pone en práctica jamás, es otro farsante.

Así dicho, pues, la verdad del hombre radica en la correspondencia exacta entre el gesto y el espíritu, esto es, en la casi perfecta adecuación entre lo externo y lo íntimo.

En la traslación rectilínea desde la convicción personal hacia los hechos de la vida.

Pero vemos claramente que no existe, por donde se lo busque, ningún dirigente político argentino que luzca esa condición.

No es mala suerte :

Hemos forjado nosotros mismos, muy silenciosamente y con un inexplicable esfuerzo, esa dirigencia unívocamente farsante.

Todos ellos son así. Y están todos en la misma bolsa negra.

Cualquier cosa que saquemos de esa bolsa negra tiene la garantía inmanente de cumplir con tal singularidad.

Nos tentamos por decir :

Acaso cuando nos llegue nuestro “Nerva”, se nos muere por anciano


Pero, en verdad, no vale ni lo uno ni lo otro. Entendámoslo así.

No hay aquí suerte, y tampoco hay mala suerte, como dijo una vez el anciano Nerva. Libres de pensar… forjémosla o dejémosla

La “suerte” se acabó hace rato.

Y la “mala suerte”, ya no nos asiste … ni siquiera como excusa.


Lic Gustavo A. Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

jueves, noviembre 23, 2006

EDITORIAL: “LA IDEOLOGIA DE LA PELOTA DE HUMO ”.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (21/11/2006)

El próximo sábado 25 el Gobierno cumple 3 años y medio.

En realidad, no cumple… digamos…ha transcurrido.

Apoyándose plácidamente en su silla de ruedas, ha venido moviéndose hasta hoy por un camino que no fue previsible ni siquiera para él. La incertidumbre, la de ayer y la de hoy han sido las huellas más claras de su destreza para improvisar en todo, cambiando solamente una parte del pavimento que pudo haber sido funcional a sus dos ruedas.

Es una silla ortopédica que puede verse cada vez que se insinúa alguna crítica objetiva sobre su incapacidad estructural.
En ella se ha deslizado… sin hacer nada esencial.

Esa inexcusable incapacidad motriz sigue siendo mostrada insólitamente, como una especie castigo recibido, de impotencia “ transitoria”. Un infierno “injustamente heredado”.

La recuperación de la economía, operada por un gran rebote y una benevolencia exógena histórica, correlatos de un default y de una devaluación pésimamente mal aprovechadas, tiene, en verdad, cualquier sello menos el de la pericia del gobierno.

Fueron hábiles al denominarla como “CRECIMIENTO”.

La inexistente reinserción del país en el mundo es la base de la inconcebible “ESTRATEGIA DE ATRACCIÓN DE CAPITALES”.

Las exportaciones de cereal y siderurgia son hoy casi una “última ratio” frente a una balanza comercial que ya está haciendo un giro en el aire, porque sin la más elemental inversión de mediano plazo, habrá que importar desde petróleo hasta madera.

Y allí quedará la esperada economía productiva de sustitución.

Ostentan así, el “FLORECIMIENTO ECONÓMICO NACIONAL”.

¿Sería alguien un escéptico y deshonesto si dice que todo esto es una enorme pelota de humo y que vamos a tener problemas ?

Todas las iniciativas políticas que brillaron por su ausencia desde los comienzos, empiezan a ser recién ahora un clamor de nuestra conocida oposición “Light”, reclamando un sinnúmero de reformas estructurales de las que nadie se puede explicar el motivo de su parálisis.

Para enmascarar la parálisis, se ha empleado la “ideología de la pelota de humo”.

La reforma política, por ejemplo, concentrada pobremente en dos ó tres puntos cuasi formales como la “lista sábana” tuvo principio de iniciativa en una de las Cámaras del Congreso, pero no tardó nada en caer sepultada frente a la virulencia corporativa de un escenario basado en la continuidad y en la inercia del anquilosamiento político argentino.

Jamás tuvieron en su mente una reforma impositiva estructural, ni atisbo alguno de cambio en el salvajismo tributario para las Pymes que, en verdad, resulta funcional a su liturgia.

Contrario-sensu, con la enorme catarata de DNU (decretos de necesidad y urgencia) se ha pavimentado mucho más todavía el camino del sostenimiento de todo el régimen distorsivo, libreto que viene permitiéndoles seguir tranquilos con los espejismos macroeconómicos que les permite la famosa ley de “emergencia económica” , su mejor excusa.

El gran catálogo de reformas jamás hechas, encabezado por la imprescindible Reforma del Estado es tan extenso que no deja dudas sobre la monumental irresponsabilidad del Gobierno sobre aquello que hoy debe existir y dejar de existir en el país.

Nos muestra que jamás tuvieron la mínima percepción sobre los dramas que deberían merecer atención urgente en este escenario de orfandad en la dirigencia política.


Lo que pasa aquí es que no hay Estado, es decir, que el Estado realmente no existe y que, por lo tanto, la dirigencia política no percibe la necesidad de reformar absolutamente nada de él.

Nadie quiere, y nadie puede, reformar lo inexistente.

Y frente a todo esto, no alcanza a verse ni una sola línea, ni una voz crítica consistente entre los editoriales, en general serviles, de la prensa argentina, como si la gestión actual fuese poco menos que un ejemplo de conducta política bajo la dirección maestra de un estadista de primer nivel.

El verdadero páramo de contrapoderes en la Argentina puede ser, como en general lo ha venido siendo, una consecuencia del formidable “poder adquisitivo” que tiene la “caja” del Gobierno, pero no es menos cierto que eso jamás podría funcionar tan fácil si el país no se caracterizara por una impresionante genuflexión social y empresarial así como la proliferación de una dirigencia política abigea, advenediza y sin el menor escrúpulo .


La “pelota de humo” es pues, hasta ahora, el clima en el que mejor se mueve esta gestión.

La ideología de la “pelota de humo” y de la nebulosa hace que las aspiraciones de cualquier persona se vean empujadas a caer muy rápido en el conformismo, alejado por completo de la ambición más elemental para poner al país a recuperarse en serio.

Con esto que se “vé”… le basta a la gran mayoría de la gente.

Con este nivel de gestión parece suficiente, para que muchos digan que, “algo es algo”, precondición doméstica que es perfecta en la Argentina para sostener e incluso para reelegir a un Gobierno.

El largo plazo es para el Gobierno algo en lo que deben pensar sólo los perjudicados, los acreedores y acaso los impacientes de la megaestafa privada contra el ahorro público nacional.

Cualquier otro enfoque político debe merecer solamente un tratamiento de corto plazo, con una visión de mera supervivencia, sistemáticamente refractaria a cualquier advertencia sobre los niveles mínimos de crecimiento que hacen falta en los próximos diez años para que la Argentina evite una temprana recaída en el desastre cíclico que viene transitando en el último medio siglo.

“La ideología de la pelota de humo” es básicamente, amiga del cortoplacismo y de la más loca improvisación como herramientas primarias de la subsistencia en el poder.


La pelota de humo, en política, es la conocida estrategia de la ambigüedad, de las imágenes difusas, de la generalización de las culpas ajenas y de la victimización de las propias.
Tapar un problema con otro nuevo en una sucesión interminable en la que nadie sabe cual es el grave y cual el que vino a taparlo.

La teoría conspirativa, por ejemplo, es el sustento principal de la “ideología de la pelota de humo”. La compran todos.

Hay Gobiernos que se muestran más proclives que otros a traficar muy rápido con las teorías conspirativas generalizadoras.

Este Gobierno por ejemplo, ya pudo construir con gran facilidad cien teorías conspirativas , todas con origen sedicioso.

El emperador Marco Aurelio Antonino Basiano, (más conocido como Caracalla) era hijo de Septimio Severo y gobernó desde el 211 hasta el 217 (asumió con 23 años de edad y murió asesinado con 29 años) .

Probablemente el más cruel de todos lo Césares, tenía por costumbre decir : “ Yo no vendo bolas de humo. Sólo acepto que vengan a comprármelas y me lo pidan por favor ”.

La práctica política de la “pelota de humo” cumple perfectamente con las cuatro funciones que caracterizan a una ideología :

1) Es un instrumento de poder.

2) Es un mecanismo de defensa contra la información.

3) Es un pretexto para sustraerse a la moral, haciendo el mal ó
aprobándolo con una conciencia social abnegada.

4) Es un medio para prescindir del criterio de la experiencia, es decir para eliminar ó aplazar indefinidamente los criterios de éxito ó fracaso.

En suma, la “ideología de la pelota de humo” no es otra cosa que uno de los subproductos más refinados de la mentira

Hay una franja entre el error “involuntario” y el engaño deliberado donde se despliegan, desde el poder, una gran cantidad de híbridos en los que estas dos cosas son mezcladas muy bien por un alquimista totalitario.


Pues, debe quedar claro que apenas se empieza a apelar a estas herramientas, el totalitarismo ya está cabalgando en el poder.

Y sin embargo muchas veces puede oírse con asombro que estos son los artilugios naturales de un conductor que se hace cargo de una calamidad, siendo entendible por cierto tiempo en alguien astuto como puede serlo un primer mandatario.

Elogiarlo a un Presidente por su pericia en el arte de embaucar a la opinión pública, de engañar a todos, de comprar rivales y de sobornar a la prensa por doquier, es como si los clientes de un banco plebiscitaran al Director por sus talentos como ratero.

La democracia se suicida si se deja invadir por la mentira y el totalitarismo si se deja invadir por la verdad.

La “ideología de la pelota de humo” es el chaleco antibalas del totalitarismo.

Mil ejemplos de la historia nos dejan ver que para calzarse ese chaleco fue imprescindible siempre como mínimo :

Ser un sátrapa, ser un farsante moral y ser un mercader de las honras humanas


Lic Gustavo A. Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
EDITORIAL : CARTAGO Y LA SAL DEL ODIO
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (15/11/2006)

La candidatura de Cristina es una apuesta muy compleja y sospechosa. Esta signada por un odio metafísico aún mayor, probablemente, que el concitado por su marido.

Ideológicamente se halla en posiciones más extremas y si hubiese un “amperímetro” de la crueldad, ella gana.

Sólo fue “lanzada” a través de voceros cuidadosamente elegidos (Kunkel y Fernández) pero nada fue confirmado por el matrimonio, oficialmente.

Si lo que pretenden es ponerla en la proa de la nave para que el viento le pegue a ella, entonces, en no más de siete meses tienen que bajarla y reinstalar la reelección.

Allí corren el riesgo de varios costos políticos sin contar con la sorpresa y la evidencia de una farsa mal urdida.

Si lo que pretenden es darle motor pleno a esa candidatura aprovechando el baldío político de la oposición, corren también enormes riesgos. Básicamente por el último hallazgo de dos encuestadores no corruptos, en línea con aquel aura de odio : El padrón femenino la rechaza en un dramático 67%. Más propiamente… la odian


Arrancaría pues, con la mitad de los votantes en una condición de reluctancia que sólo tiene que ver con su soberbia y su carisma evidentemente negativo.

Tendría que tener un “plan de lluvia” muy temerario.

Todo lo que se ha venido retrasando y postergando en la Argentina, todo lo que se va artificializando y lo que se barre bajo la alfombra, prefigura un escenario que obliga a subir interminablemente la apuesta de la mentira.

No son tan invulnerables. Cometen errores estratégicos
tan grotescos que hasta resulta inconcebible que ningún adjutor se los advierta. La única explicación es que nadie se anima por el clima de terror que cunde en “palacio”.

Misiones fue una clara muestra. Queda mucho odio allí.

La única ventaja que conserva el “régimen”, como queda dicho, es que la República, vaciada ya de instituciones ha caído en la total inmunodeficiencia por el colapso de las alternativas.
Y en una sociedad, dividida… se desconfía y se odia

Los anticuerpos políticos están congelados o reducidos a las tres caricaturas de las opciones raquíticas de Lavagna, Macri y Sobisch.

Ellos son algo así como los cónsules más débiles de la época de la Republica Romana. A ninguno le alcanza para ganar. Su fragilidad territorial es de terror .

No tienen casi nada de conciencia sobre su muy probable suicidio político. Acaso algún día tomen Cartago, pero van a tener que arrasarlo y dejar todo en cenizas.

El odio, desde y hacia Cristina, puede ayudarlos mucho.

Roma… estaba muy cerca de caer.

Casi por una casualidad no cambió la historia del mundo cuando Aníbal, el cartaginés, arrasó todo desde Gibraltar hasta las puertas de Roma. Y los romanos, perdidos, tuvieron que designar un cónsul suicida para que saliera a enfrentarlo.

Eligieron al cónsul Flaminio, que sin dudas no tenía fuerzas suficientes para combatir con Aníbal. Y se prepararon para morir, porque sabían que los cartagineses no dejaban un solo romano vivo cuando ganaban. Odio mutuo, cerril.
Así fue : Aníbal lo atajó a 30 kilómetros de Roma y lo aniquiló a orillas del lago Trasimeno. (217 a.c.).

Raro : después de la Batalla de Trasimeno, Aníbal no entró en Roma y siguió hacia el sur de Italia.

Si entraba en Roma, la hubiera encontrado desarmada y el solo hecho psicológico de arrasarla lo hubiese convertido en el Rey del Mundo. ¿ Por qué no lo hizo ?

Acaso algún Artemio López le dijo que esperara un tiempo.

Aníbal, que había aniquilado a todos los cónsules que le salieron al cruce, en Trebbia, en Trasimeno y en Cannas, cayó después, definitivamente, en Zama.
Y Cartago fue convertido en cenizas solo por el odio.

Catón lo había dicho mil veces : “Delenda est Cartagho”

“Cartago debía ser destruida”.

No se trataba de vencerla.
Se trataba de destruirla, de arrasarla, de borrarla de la faz de la Tierra para siempre.
Sus piedras, sus ciudadanos, e incluso su recuerdo debía desaparecer.

Y el punto de vista de Catón era suscripto por buena parte de los romanos. Roma odiaba a Cartago. Pero Cartago también odiaba a Roma como jamás en toda la Historia dos naciones se han odiado.

Los ciudadanos de las dos urbes, dueñas ambas de muy extensos territorios más allá de sus muros, creían firmemente que merecía la pena que su ciudad se hundiera en el infierno si conseguía arrastrar a la otra con ellos. No había rivalidad o enemistad.
Había un odio irracional, cuyos ecos aún nos llegan nítidos después de más de 2000 años.

Y Catón lo consiguió. No vivió para verlo, pero Cartago, capital de la nación púnica, fue arrasada con una minuciosidad tan terrible que los arqueólogos sólo han conseguido encontrar pequeños restos de lo que fuera la mayor y más rica ciudad del Mediterráneo.

Los magníficos edificios fueron primero incendiados, luego demolidos y para finalizar la tarea sus cimientos fueron arrancados de cuajo.

El páramo en el que los romanos convirtieron Cartago fue sembrado con sal para que nada volviera a crecer allí. Y cualquier resto de la esplendorosa cultura cartaginesa fue perseguido y exterminado. Borrado del libro de la Historia, muchas veces… para siempre.
¿ Por qué ?


¿Por qué este odio que aún hoy nos deja perplejos?

Los capítulos que reflejan ese odio irracional entre distintos personajes son muchos, pero el odio estaba firmemente arraigado en las sociedades. Toda la sociedad romana odiaba a Cartago: la odiaban los senadores, los importadores de artículos de lujo, los panaderos, los herreros y los campesinos.
Toda Roma odiaba a Cartago como jamás los romanos han odiado a ningún otro pueblo.

Lic Gustavo A. Bunse
gustavobunse@yahoo